martes, 14 de abril de 2009

Un panqué


Hay recuerdos que quedan grabados en alguna parte de la memoria, no como imagen recurrente, son aquellos que suelen irrumpir en tu vida en los momentos más inesperados.

Cuando era niña jugaba por muchas horas con mi hermana, tuvimos una cocina, una radiodifusora, una tiendita y lo que no puede faltar en la vida de una niña, el salón de belleza. Como es normal con los años dejamos de jugar, crecimos y formamos nuestras familias.

Me encontraba en la cocina apunto de hacer panqués cuando coloqué la mantequilla en el sartén, y al percibir el aroma vi a mi madre entrar corriendo y con gran susto tirar al fregadero lo que estaba en un sartén caliente sobre la estufa, mientras preguntaba entre la angustia y el enfado “¿Qué se supone que están haciendo? ¿Saben que la cocina no es para jugar?”

Al instante me advertí con el cucharón repleto de harina en la mano mientras respondía bajito “un panqué”.

Regresé al instante con una gran sonrisa en mi rostro y el deseo de fundirme a mi marido en un cálido abrazo.

Tenía ocho años cuando mamá tiró en el fregadero lo que estaba sobre la estufa creyendo que era un juego más... y yo que sólo pretendía sorprenderlos con la cena.

Esa noche mi marido disfrutó de un panqué con sabor a la cocina de mi madre y mi sonrisa de ocho años.

* El próximo lunes cumpliré 31 años y quiero pastel de cumpleaños. Felicidades a Minumi y a Lui también.

3 comentarios:

in phidelio dijo...

Dejas unas ganas de darle mordidas a la foto que, bueno.

Muchas gracias por la felicitación. Va de regreso

Paisita dijo...

antes que la soledad... prefiero leer... así no estaré solo... me pondré en la piel de más de uno...
me reinventaré esta tarde,
deseando que el amor no terminara
que no hubiera caminar sin sueños,
que no hubieran a dioses ni holas que nos separaran o unieran
que la distancia sea sólo un adjetivo
que volviera por donde siempre
y que siempre siempre el amor siguiera vivo...
Me encanta encontrarme contigo.

Anónimo dijo...

Uno va por la vida buscando un estímulo de cualquier índole, cuando este se encuentra se le archiva y se almacena en la memoria durante un corto período de tiempo, y a veces, sin entender porque algunos estímulos se guardan de forma más permanente.
Cuando ese objeto se ve, se siente, se huele, se escucha, pero sobre todo se come de nuevo, la memoria se activa y el objeto es reconocido de lo profundo de nuestro cerebro.

Es lo que los científicos han llamado las huellas némicas.
Feliz cumpleaños
RdelC