viernes, 18 de septiembre de 2009

Huéspedes en casa


Llegamos al departamento antes de navidad, huimos de la Portales después de que me corretearon, afortunadamente nunca supe con qué intenciones, y de algunos vecinos parranderos que recibían a domicilio su paquete de coca pa’ aguantar la fiesta, claro ellos, el resto de los mortales estuvimos desvelados por 6 meses y fue cuando Daniel y yo decidimos mudarnos.

A finales de año es difícil encontrar algo decente para rentar o quién te muestre los departamentos, así que debíamos aprovechar las vacaciones y nuestra primer mudanza fue al primer departamento que encontramos, es increíble la cantidad de cosas que uno logra juntar en tan poco tiempo acomodar lo que estaba en un departamento de 70 metros a uno de cuando mucho 40 contando el área de lavado saliendo de la recámara y más grande que la cocina.

De por sí el ambiente del edificio era tenebroso, en su mayoría persona entradas a la tercera edad y con poco que hacer más allá de espiar por las ventanas, pero eso es oootra historia. Una vez instalados e iniciando el año 2007 empezamos a experimentar situaciones inexplicables, que con el tiempo denominamos “nuestras visitas”. De haber sabido que los vecinos aquí serían aún más incómodos, nos habríamos quedado.

La primera vez que se manifestaron fue con un sonido frecuente y cíclico como si fuera clave morse, inició en el techo y creímos que eran los vecinos o una tubería, por lo viejo de las instalaciones, pero fue bajando hasta que el sonido se producía en medio de los dos en la cabecera de la cama. Daniel en ese tiempo trabajaba de madrugada así que se iba alrededor de las 3 de la mañana, cuando estábamos solos era cuando las cosas se ponían peor.

Me despertaba escuchando que alguien decía mi nombre, primero fue un hombre después una mujer, iniciaba el sonido y después sentía que alguien me veía fijamente y por más que quería calmarme o rezar no podía recordar ni el padre nuestro, una noche se abrió la puerta del clóset y sentí como si me soplaran directo en la nuca, mi cabeza estaba sobre la almohada, un terror inexplicable se apoderó de mí, no encendía la luz, ni la tele y el reloj marcaba la hora casi siempre entre las 3:30 y las 4:00 am. No podía gritar, simplemente no salía la voz, como pude llamé a Daniel y al escuchar su voz dije “me acaban de espantar” él me tiró de loca, claro, él lo que menos quería aceptar es que padecía lo mismo cuando yo no estaba.

Poco tiempo después de la experiencia sentía como alguien se sentaba a mi lado en la cama y podía ver el hueco y la silueta, un día me acerqué tanto que Daniel me jaló hacia él, yo sólo veía la sombra, pero él podía verlos y le sentenciaban: “mátala”, el argumento era que todas las mujeres somos iguales y en algún momento lo iba a herir, con los meses fue “suicídate” y finalmente “vas a morir” en esa última frase fue la primera vez que lo vi, pero nunca se lo dije, solo recuerdo el sombrero y el orificio en la cabeza.

Mientras me bañaba sentía fuertemente su presencia, temía que al salir los podría ver entre el vapor o escribirían algo en el espejo, fue el año más largo de mi vida y el que más rece.

Empezaron a irrumpir en mis sueños, me despertaban de improviso, trataba de dormir con la luz encendida o el televisor, procurábamos estar poco tiempo en casa, antes de mudarnos buscamos ayuda para que quienes le habitaran vivieran en paz, no sé si lo logramos, pero por lo menos el último mes nosotros sí.

Puedo asegurar que en este lugar, nosotros fuimos los que llegamos a invadir su espacio y lo manifestaron claramente.

1 comentario:

In phidelio dijo...

Nunca he creído totalmente en los fantasmas, pero tampoco estoy cerrado a ello.

Ahora bien, lo que te pasó es consistente, así que.....