martes, 7 de octubre de 2008

Un adiós sin despedida


Hay eventos que dicen, no se deben contar para que no se salen, otros como los malos presagios, que son mejor decir para que no sucedan. ¿Qué pasa con aquellos eventos que deben suceder? porque es la ley de la vida.

Hace unos años el simple hecho de pensar que mi yaya algún día tendría que morir me causaba escozor, era mejor no pensarlo.

El fin de semana mi madre le dijo a mi esposo que mi yaya estaba muy mal, que ya no reconocía a la gente, que no quería hablar, ni comer y que era cuestión de tiempo para que ella se dejara morir.

“Se dejara morir” esa frase aún retumban en mi cabeza, hace unos meses una de mis tías se quejaba de que todo le dolía, que ya estaba vieja y que quería morir, mi abuela volteó a verla y le dijo “hija, ¿por qué quieres morir? si la vida es tan bella.

No puedo entender que una mujer con la que yo crecí, que pasaba horas platicando por las tardes, ahora, desee morir. Sobre todo después de recordarle a una de sus hijas que todavía valía la pena vivir.

Mentiría si digo que me he dado tiempo para visitarla, no ha sido así, no he podido ni ver a mis padres con la frecuencia que antes solía hacerlo. Y aunque no tendría por qué sentirme culpable, así me siento. Como si de alguna manera yo hubiera influido en su estado emocional.

Mi yaya ahora pasa de los 90 años, a esa edad ya pesan los años, la vida, la carne, pero sobre todo, la soledad.

Te amo yaya.

Si es momento de descansar, espero que Dios te escuche.