miércoles, 18 de marzo de 2009

A pierna suelta


Suelo dormir a pierna suelta, sin remordimiento por disfrutar el calor de mi cama y el dulce arrullo de la almohada, cosa que no puede decir mi querido Daniel, ja, ni modo no todos podemos gozar de esos placeres, Morfeo tiene sus consentidos.

Sin embargo, cómo odio aquellas noches en que la lucha constante por acomodarse con la almohada terminan en diálogos sin sentido, ideas locas y sugerencias extravagantes para un futuro que se teje entre nubes y queda sobre algodones, te acosan las dudas que olvidaste en la almohada en noches pasadas. Solo o acompañado, dulce o salado.

Noches en las que los pensamientos te dicen al oído que no es bueno seguir ahogando los gritos, que de vez en cuando es bueno llorar y reír, disfrutar del sin sentido y te da por crear y descifrar o sufrir y cuando me da por sufrir recuerdo a Benedetti con su ‘Balada del mal genio’.

Hay días en que siento una desgana
de mí, de ti, de todo lo que insiste en creerse
y me hallo solidariamente cretino
apto para que en mí vacilen los rencores
y nada me parezca un aceptable augurio…

Mal genio, lucho para dejarle a un lado, pero es tan mío como los genes y los apellidos, a veces no se puede ir en contra de lo que eres, el reflejo en el espejo y los cabellos enmarañados, perder un calcetines entre las sábanas y pocas veces ganar la batalla.

Caminar una hora diaria para despertar y poner en orden las ideas debería ser suficiente para no pasar las noches desenredando telarañas y pensando que ‘ya me vi’ ganando el melate, prefiero la lucha con la almohada por el calor o la alegría y despertar abrazada a las cobijas, el sol sobre mi cara y un peludo de cuatro patas exigiendo la carrera al primer poste porque los árboles no son sus aliados para marcar territorio.

Y te sigo extrañando foquito y pienso en ti y te haces presente.