miércoles, 7 de enero de 2009

Ave Fénix


Normalmente el inicio de año te llena de esperanza, se tienen buenos deseos, se piensa en los pendientes y los miles de propósitos que deseas cumplir en los 364 días restantes. Este inicio de año me cambió la perspectiva o los hábitos.

Dos personas que amo están delicadas de salud, una de ellas me dijo ayer que ya fuera en este salón o en el otro me seguiría cuidando y que eso era un juramento, y que los juramentos no son palabras sino hechos. Una despedida inesperada, por más que uno crea estar preparado para ese tipo de eventos, no es verdad, lloré como hace mucho tiempo no lo hacía, deseaba tanto estar recostada en las piernas de mi madre y que me consolara, pero ella también se encuentra en la misma situación así que recurrí a los brazos de mi esposo y a la regadera esta mañana.

Me sentí mejor, dejé que mis sentimientos afloraran y me di cuenta, para bien, que todavía puedo conectarme conmigo y escucharme sin censura y recuperarme. Recordé lo terapéutico que es llorar, aunque siempre me ha molestado el dolor de cabeza que le sigue, gajes del oficio, diría mi abuela.

Hoy es un buen día y espero sigan los demás en la misma línea, después de aligerar la carga, los eventos se perciben con un halo de paz.